(Lima, 11 Oct. 2011).- Escuchamos cotidianamente en estos dos primeros meses de gestión Humalista, anuncios altisonantes y sentenciosos de las obras que se piensa hacer desde el aparato gubernamental, ya sea con recursos del tesoro o como promotores de la inversión privada. Los que ya hemos transitado por los vericuetos de la administración pública peruana, por haber sido gestores al interior de un gobierno o participado desde el exterior como autores de una iniciativa privada, postores de licitación o contratista con relación contractual con el estado, decimos con conocimiento de causa: ¡voluntarismo puro! No saben el poder de los mandos medios, con los que hay que interactuar inevitablemente en el camino.
Estamos ante lo que llamaría el “estado suspicaz”, se duda de la honestidad de cada acción desplegada por los funcionarios encargados. El origen de esto se encuentra en los excesos de los años 90, con una Contraloría permisiva, que luego con la llegada del Toledismo, se encaminó a la antípoda. Se fue en búsqueda de irregularidades por doquier, muchas de ellas sin mayor argumento, teniendo como caja de resonancia a una prensa llamada de investigación, que no es tal. Simplemente es mesa de partes y parlante, de la información filtrada desde el interior de las instituciones, con el ánimo deliberado de echar del cargo al que levante mucho la cabeza y que no haya accedido a los requerimientos de los “catones criollos” del siglo XXI.
Los mandos medios laboran con una espada de Damocles, a “full time”, por lo que son excesivamente conservadores, trabando el normal desarrollo de la gestión estatal. En este contexto los capitostes de las instituciones y empresas tienen que hacer de subgerentes o jefes de departamento, que no es su rol. Para que haya cambio, el Ejecutivo debe empezar una reforma sencilla, pero eficaz, dándole a la Contraloría las herramientas para que actúe recomendando con celeridad las consultas ex – antes, en lugar de comportarse como celador ex – post.
Para que las aspiraciones de obras se conviertan en realidades, los Ministros, Viceministros y Presidentes de Empresa tienen que inmiscuirse en el día a día de los funcionarios de segunda y tercera línea, mostrar liderazgo y aportar soluciones con su conocimiento, experiencia y criterio. Si esa actitud no se da, los avances son lentísimos o inexistentes o las obras se paralizan para que otros tomen el riesgo, en el próximo gobierno de preferencia.
Estamos ante lo que llamaría el “estado suspicaz”, se duda de la honestidad de cada acción desplegada por los funcionarios encargados. El origen de esto se encuentra en los excesos de los años 90, con una Contraloría permisiva, que luego con la llegada del Toledismo, se encaminó a la antípoda. Se fue en búsqueda de irregularidades por doquier, muchas de ellas sin mayor argumento, teniendo como caja de resonancia a una prensa llamada de investigación, que no es tal. Simplemente es mesa de partes y parlante, de la información filtrada desde el interior de las instituciones, con el ánimo deliberado de echar del cargo al que levante mucho la cabeza y que no haya accedido a los requerimientos de los “catones criollos” del siglo XXI.
Los mandos medios laboran con una espada de Damocles, a “full time”, por lo que son excesivamente conservadores, trabando el normal desarrollo de la gestión estatal. En este contexto los capitostes de las instituciones y empresas tienen que hacer de subgerentes o jefes de departamento, que no es su rol. Para que haya cambio, el Ejecutivo debe empezar una reforma sencilla, pero eficaz, dándole a la Contraloría las herramientas para que actúe recomendando con celeridad las consultas ex – antes, en lugar de comportarse como celador ex – post.
Para que las aspiraciones de obras se conviertan en realidades, los Ministros, Viceministros y Presidentes de Empresa tienen que inmiscuirse en el día a día de los funcionarios de segunda y tercera línea, mostrar liderazgo y aportar soluciones con su conocimiento, experiencia y criterio. Si esa actitud no se da, los avances son lentísimos o inexistentes o las obras se paralizan para que otros tomen el riesgo, en el próximo gobierno de preferencia.
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