(Lima, Perú).- Desde siempre, el agua ha jugado un papel esencial en la organización y desarrollo de los poblamientos humanos, la calidad de vida siempre ha estado asociada a la disponibilidad del agua. Si nos trasladamos a fechas recientes, del mismo modo que los minerales han sido los nutrientes, la materia prima para construir la civilización industrial moderna, pues el agua ha sido su disolvente básico. De esta forma se ha conseguido hacer productivas zonas áridas, rutas de transporte, evacuar residuos, obtener energía, etc. Pero además de este consumo cada vez más importante de producción en sentido tecnológico, existen otros tipos de demanda de agua.
Tal es así, que por una parte existe una demanda fisiológica o de subsistencia, es decir el agua necesaria para mantener nuestro equilibrio hídrico. Las cifras son muy parecidas para todos los individuos en condiciones normales de actividad (unos dos litros de agua). Pero por otra, hay una demanda que podríamos llamar cultural, es decir la que empleamos para bañarnos, lavar, piscinas, riegos, desagüe, etc.
Se reflexiona que, si la demanda fisiológica es igual para todos, no ocurre lo mismo en la demanda cultural, donde existen asimetrías muy marcadas entre pueblos con problemas para satisfacer el consumo biológico y otros en que la demanda crece de una formas constante, actuando como si las disponibilidades del recurso fueran prácticamente ilimitadas. Y con seguridad podemos afirmar que la Gestión de los Recursos Hídricos constituye unos de los problemas ambientales críticos de nuestra sociedad, siendo frecuente en foros, entrevistas, tanto en nuestro país, internacionalmente oír hablar de un nuevo desafío, la denominada crisis del agua.
Queda claro, que la posición a adoptar frente a este cuadro altamente preocupante no es de indiferencia tranquila, fundamentada en la confianza en una tecnología capaz de captar, embalsar y distribuir el agua donde este, ni de una visión catastrófica, que fácilmente degenera hacia un fuerte inmovilismo.
Entonces, ni un optimismo sagrado ni un pesimismo exagerado, parecen ser las posturas más adecuadas a adoptar. Habría que buscar una línea entre ambos extremos, que pasa por conocer la base de los problemas relacionados con la naturaleza y explotación de este recurso. Significa pues, que tenemos que explorar los múltiples aspectos de su naturaleza físico-química, sus rutas, su desigual distribución espacio- temporal, su papel en el funcionamiento de los sistemas ecológicos y sus relaciones con los sistemas humanos.
Donde para cambiar la dinámica actual, es necesaria una Educación Ambiental a diferentes niveles, incluso un reciclado de políticos, planificadores y técnicos para que adquieran un cierto nivel de conciencia ecológica en la gestión de los recursos hídricos. Donde las nuevas políticas hidrológicas y sus concreciones en planes para la gestión y usos de este elemento básico, no deberían centrarse únicamente en cómo obtener nuevos recursos sino, además en optimizar la gestión de los ya disponibles.
Siendo pues, necesario unir a las grandes inversiones tecnológicas, programas de Educación y concienciación social que propicien una nueva cultura del agua. Y en la búsqueda de principios que puedan funcionar como rectores de una actitud correcta hacia el entorno, viene a mi mente el Principio de Equidad pero no como tratamiento igualitario, sino como un principio basado en la responsabilidad moral de ayudar a los otros a crecer desde sus propias capacidades y condicionamientos de manera diferenciada.
Tal es así, que por una parte existe una demanda fisiológica o de subsistencia, es decir el agua necesaria para mantener nuestro equilibrio hídrico. Las cifras son muy parecidas para todos los individuos en condiciones normales de actividad (unos dos litros de agua). Pero por otra, hay una demanda que podríamos llamar cultural, es decir la que empleamos para bañarnos, lavar, piscinas, riegos, desagüe, etc.
Se reflexiona que, si la demanda fisiológica es igual para todos, no ocurre lo mismo en la demanda cultural, donde existen asimetrías muy marcadas entre pueblos con problemas para satisfacer el consumo biológico y otros en que la demanda crece de una formas constante, actuando como si las disponibilidades del recurso fueran prácticamente ilimitadas. Y con seguridad podemos afirmar que la Gestión de los Recursos Hídricos constituye unos de los problemas ambientales críticos de nuestra sociedad, siendo frecuente en foros, entrevistas, tanto en nuestro país, internacionalmente oír hablar de un nuevo desafío, la denominada crisis del agua.
Queda claro, que la posición a adoptar frente a este cuadro altamente preocupante no es de indiferencia tranquila, fundamentada en la confianza en una tecnología capaz de captar, embalsar y distribuir el agua donde este, ni de una visión catastrófica, que fácilmente degenera hacia un fuerte inmovilismo.
Entonces, ni un optimismo sagrado ni un pesimismo exagerado, parecen ser las posturas más adecuadas a adoptar. Habría que buscar una línea entre ambos extremos, que pasa por conocer la base de los problemas relacionados con la naturaleza y explotación de este recurso. Significa pues, que tenemos que explorar los múltiples aspectos de su naturaleza físico-química, sus rutas, su desigual distribución espacio- temporal, su papel en el funcionamiento de los sistemas ecológicos y sus relaciones con los sistemas humanos.
Donde para cambiar la dinámica actual, es necesaria una Educación Ambiental a diferentes niveles, incluso un reciclado de políticos, planificadores y técnicos para que adquieran un cierto nivel de conciencia ecológica en la gestión de los recursos hídricos. Donde las nuevas políticas hidrológicas y sus concreciones en planes para la gestión y usos de este elemento básico, no deberían centrarse únicamente en cómo obtener nuevos recursos sino, además en optimizar la gestión de los ya disponibles.
Siendo pues, necesario unir a las grandes inversiones tecnológicas, programas de Educación y concienciación social que propicien una nueva cultura del agua. Y en la búsqueda de principios que puedan funcionar como rectores de una actitud correcta hacia el entorno, viene a mi mente el Principio de Equidad pero no como tratamiento igualitario, sino como un principio basado en la responsabilidad moral de ayudar a los otros a crecer desde sus propias capacidades y condicionamientos de manera diferenciada.
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