César Gutierrez Peña: Cautela ante el triunfalismo

(Lima, 15 May. 2011).- La evaluación desapasionada de la coyuntura electoral, nos señala que de continuar las tendencias de actuación que venimos observando, Keiko Fujimori debería alzarse con el triunfo el próximo 5 de Junio, para iniciar un tercer quinquenio del fujimorismo en el Perú, aspiración frustrada de su padre en el año 2000.

Será de responsabilidad del colectivo político que la está llevando al poder, analizar las razones del resultado favorable, allí encontrarán dos hechos inobjetables: el alineamiento casi absoluto de los medios de comunicación en torno a la candidatura de la K y la pésima campaña desarrollada por su contendor Ollanta Humala, que en su afán de captar el voto de las clases medias, no solo entró en una serie de contradicciones, sino que perdió la identidad de hombre enérgico, que a muchos gustaba pues creían que era lo que faltaba en el país para cambiar de rumbo. Esto no significa restarle méritos a la hija del ex Presidente, pero es innegable que por las causas señaladas la tarea se le ha facilitado enormemente.

No deberá perderse de vista en ningún momento que los resultados de la primera vuelta electoral, nos mostraron que hay un tercio de la población nacional descontenta con el “establishment”, a pesar de las cifras positivas en crecimiento, desarrollo y disminución de la pobreza que nos deja la gestión de Alan García Pérez. La situación se agrava, cuando se observa que el tercio se convierte en más del 50% en la macrorregión sur y que en el norte empieza a emerger una tendencia similar.

La ciudadanía apreciará mucho el ejercicio de la autoridad gubernamental ante las empresas de las industrias extractivas, que han venido imponiendo condiciones al estado, en lugar que sea a la inversa. Mineros y gasíferos tendrán que hacer mayores contribuciones al fisco, dejando para el olvido, las humillantes condiciones de las llamadas contribuciones voluntarias o de la exportación del gas peruano a precio vil.

Un segundo tema delicado será la relación con la prensa, con una gran concentración en manos de un solo grupo empresarial, que cuando cree que sus intereses son vulnerados, no ha dudado de enseñarle las fauces al gobierno haciéndolo retroceder. Un gobernante no puede ser rehén de este tipo de prácticas y si los que abordarán el poder son verdaderos creyentes del libre mercado, utilizando sus reglas, deberían generar una desconcentración, medida audaz, pero indispensable.

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