(Lima, 2 Set. 2011).- La capacidad del hombre para modificar sus relaciones con el medio ambiente natural, social y cultural, incluso para transformarlas, han atravesado diferentes etapas. Y lo que distingue a la sociedad contemporánea de las que le han precedido, es la rapidez en la modificación de su entorno provocada por la revolución científica y técnica, su carácter masivo y la universalidad de algunas de sus consecuencias.
Y que por nuestra tradición cultural, el conflicto y el desorden están asociados a la idea del mal, al perjuicio, a aquello de lo que es necesario huir. De modo que el conflicto resulta ser un término indispensable de la existencia humana, el lugar de encuentro entre diferentes fuerzas, distintos modos de ver el mundo y múltiples expectativas para la acción.
Los problemas medioambientales existen en todas las fases del desarrollo económico y social. Algunos de ellos son comunes a un gran número de países muy diferentes. Pero con frecuencia se plantean de manera muy diferente de un país a otro, algunos se observan con más frecuencia en países en vías de desarrollo, otros en países industrializados. Los primeros como el nuestro padecen dos tipos de problema medioambiental: los originados por el subdesarrollo y los debidos a cierta clase de desarrollo.
De esta manera, las deficientes condiciones sanitarias y nutricionales, la degradación de sus recursos forestales, recursos marinos, la disminución de la productividad agrícola, o la escasa productividad del trabajo humano imputable a las enfermedades y a la malnutrición, están relacionadas con un desarrollo insuficiente. La miseria agrava estos problemas, aumentando la fragilidad de estos países ante los efectos a corto o largo plazo.
Aunque se beneficien en un principio del desarrollo, algunos países se ven perjudicados medioambientalmente, porque adoptan medidas inadecuadas. Asimismo las estrategias de desarrollo, cuando tienden a aumentar los beneficios y se basan en una organización parcial a corto plazo, resultan inadecuadas para preservar el equilibrio de los ecosistemas y por ende conlleva a menudo a un rápido agotamiento de los recursos, un aumento de la contaminación y la propagación de enfermedades unidas al deterioro del medio ambiente.
Justamente, la Educación Ambiental nacida en el seno de la compleja problemática ambiental contemporánea, asume como tarea la de capacitar, ejercitar a las personas en una doble dirección: en primer lugar ayudará a no rehuir el conflicto bajo la pretendida falacia de la neutralidad posible. Enseñar a las comunidades a interpretar situaciones de intereses encontrados, y en un segundo lugar si aceptado el conflicto, es importante a la ayuda de establecer criterios precisos sobre el medio ambiente y la calidad de vida, que les permitan pronunciarse con claridad y coherencia en cualquier confrontación de intereses.
Siendo fundamental además ejercitarles sobre todo, en la negociación, en la capacidad para situarse en las posiciones del otro, sabiendo que de tales implicaciones personales en el conflicto no se derivan daños sino un crecimiento auténtico en el ser de cada uno, mayor capacidad para comprender la realidad, y una mejor posibilidad para la convivencia con equidad.
(*) Máster Ingeniero CIP
Consultor Medioambiental
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