(Lima, 9 Set. 2011).- ¿Sabemos de qué modo nos percibimos en relación con la naturaleza? Estamos “frente a” o, “con” ella, pues el peor de nuestros errores es haber dividido el mundo en dos cuando se dice nosotros y todo lo existente. Sin embargo no parece tan difícil que el ser humano pueda percibirse como alguien en la naturaleza, alguien cuya existencia se debe desarrollar en armonía con otras especies, una comprensión de este tipo supone que, en vez de tratar a la naturaleza como objeto de una disposición posible, se le podría considerar como la interlocutora de una posible interacción.
Pero nos guste o no, hay que manifestarlo con claridad, en los tiempos presentes los principios éticos que definen el comportamiento de nuestra civilización aún parten de una visión Antropocéntrica que fomenta el predominio de los valores materiales y especialmente de los económicos. Más todavía podríamos decir que estamos dominados y atrapados por valores y lenguajes economicistas.
La lógica económica del mercado no reconoce la lógica bioecológica del mundo natural y, sin embargo, sabemos que la esfera económica es una parte de la Biosfera de la cual es totalmente dependiente. Entonces para poder superar esa inercia utilitarista y materialista, sentando bases morales y reglas de existencia del ser humano en la Biosfera, hay que replantear una visión Biocéntrica, con una nueva ética de la vida, de todas las formas de vida, haciendo que el ser humano sea más corresponsable de la evolución social y natural.
Redondeando idea entonces, una creciente equidad es inseparable de una gestión sostenible de los recursos naturales y del medio ambiente a nivel nacional, regional y mundial, reflejando un compromiso a la sustentabilidad, no solo desde la dimensión ambiental, sino también desde el plano económico y social del desarrollo.
Complementando estos criterios, se puede comprender la necesidad de reformular la coexistencia entre todas las formas de vida, sin exclusividad para la especie humana o sin que su desarrollo ponga en peligro la existencia de otras formas de vida, porque precisamente hablando de Equidad, esta se basa en el convencimiento profundo de que no existe mayor injusticia que tratar como iguales a los desiguales.
Pero nos guste o no, hay que manifestarlo con claridad, en los tiempos presentes los principios éticos que definen el comportamiento de nuestra civilización aún parten de una visión Antropocéntrica que fomenta el predominio de los valores materiales y especialmente de los económicos. Más todavía podríamos decir que estamos dominados y atrapados por valores y lenguajes economicistas.
La lógica económica del mercado no reconoce la lógica bioecológica del mundo natural y, sin embargo, sabemos que la esfera económica es una parte de la Biosfera de la cual es totalmente dependiente. Entonces para poder superar esa inercia utilitarista y materialista, sentando bases morales y reglas de existencia del ser humano en la Biosfera, hay que replantear una visión Biocéntrica, con una nueva ética de la vida, de todas las formas de vida, haciendo que el ser humano sea más corresponsable de la evolución social y natural.
Redondeando idea entonces, una creciente equidad es inseparable de una gestión sostenible de los recursos naturales y del medio ambiente a nivel nacional, regional y mundial, reflejando un compromiso a la sustentabilidad, no solo desde la dimensión ambiental, sino también desde el plano económico y social del desarrollo.
Complementando estos criterios, se puede comprender la necesidad de reformular la coexistencia entre todas las formas de vida, sin exclusividad para la especie humana o sin que su desarrollo ponga en peligro la existencia de otras formas de vida, porque precisamente hablando de Equidad, esta se basa en el convencimiento profundo de que no existe mayor injusticia que tratar como iguales a los desiguales.
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