No hay hecho objetivo más valedero que este cerca de treinta por ciento de preferencias por el candidato Humala, que no viene a ser sino el núcleo duro de sus adeptos, que lo ven como el militar retirado, que con mano dura, puede variar el orden de las cosas; por más que lo hayan visto reemplazar el polo rojo, por un formalísimo terno. Es el tercio de peruanos que a pesar del aluvión de inversiones no ha disfrutado del bienestar, que si bien es cierto ha tenido un avance en condiciones mínimas de subsistencia, pero que son completamente conscientes que la brecha con el que más tiene se alejado en mayor proporción.
Si seguimos con la monserga que pongamos solo ciertos afinamientos, tengan la seguridad que ese 30% que no quiere al sistema, se va agrandar en menos tiempo del que creen, estamos sobre una olla a presión que empieza su ebullición.
Manteniendo algunos conceptos fundamentales como: equilibrio de la caja fiscal, eficiencia y equidad en la recaudación tributaria, así como clima propicio para las inversiones, es imperioso un conjunto de cambios, que deben partir de la premisa de acabar con el estado timorato, que permite que los inversores le pongan la agenda al gobierno.
Medidas mínimas si queremos cambios reales: empresas estatales fuertes en asociación con privados, sin perder el control; renegociación del contrato de explotación de gas natural para la exportación; incremento de las aportaciones al fisco de las mineras; estado gestor de los estudios impactos ambientales para industrias extractivas y asignación de estas concesiones con licencia social aprobada; reforma de la contraloría para hacerla más proactiva a la consulta previa a la decisión, de manera tal que el funcionario sienta confianza en su actuar, así se destrabará la inversión pública y finalmente evitar la concentración empresarial mediática por reglas de libre competencia como en los estados liberales, si alguien se atreve a estas pocas cosas, podemos hablar de una nueva era virtuosa.
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