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Gestión del agua en cuencas hidrográficas y su efecto en el litoral

Por: Jorge Torres Cáceres, Máster Ingeniero CIP, Consultor Medioambiental E-mail: jorgetorresster@gmail.com

(Lima. Perú) Así como la contaminación, las mayores amenazas a los ecosistemas marinos provienen de la tierra, a través de diferentes actuaciones del ser humano, pero hay una de esas actividades que merece atención de mayor cuidado por parte de autoridades pertinentes, inversionistas y las propias comunidades cercanas al mar, me refiero por la CONSTRUCCIÓN DE REPRESAS que alteran los cursos de agua dulce y nutrientes que ingresan a los sistemas marinos, e impiden a las especies alcanzar los lugares para desovar.

En condiciones normales, me refiero sin la interrupción de flujo por la construcción de represas y otros tipos de obras hidráulicas, los ríos son responsables del ingreso a las áreas costeras de cargas importantes de nutrientes (nitrógeno, fósforo,….) sin ellos la vida en el mar no podría durar y sedimentos ricos en materia orgánica, ambos imprescindibles e inclusive de arena que mantiene las playas aledañas que permiten la presencia de pesquerías costeras y condicionan el desarrollo de ecosistemas de alta productividad biológica.

Su alteración de flujo de estas sustancias y sedimentos produce efectos negativos importantes en las propiedades y funciones de los ecosistemas costeros, en la biodiversidad, en la oceanografía costera, en la dinámica de las playas, así como también en la abundancia y distribución de los recursos marinos vivos y de agua dulce. También afecta el tamaño y distribución del hábitat de especies acuáticas importantes para el consumo humano como lagunas salobres, humedales costeros, reducción de la productividad primaria.

Considero que la gestión del agua a nivel de cuencas, consistiría esencialmente en tomar decisiones de intervención teniendo en cuenta la dinámica de la cuenca, de los cauces y de las aguas captadas por la misma, así como sus efectos en el mar, y que con nuevas políticas hidrológicas sus concreciones en planes para la gestión y usos de éste elemento básico no deben centrarse únicamente en cómo obtener nuevos recursos (represas) sino, además en optimizar la gestión de los ya disponibles.

Queda claro pues, que la productividad de los mares está fuertemente condicionada por la calidad y cantidad de lo nutrientes que los ecosistemas terrestres a través de los ríos, suministran a las aguas costeras. Por lo tanto ese cuerpo de profesionales en hidráulica casi exclusivamente técnicos aún, deben incorporar factores dirigidos a conseguir una gestión racional y ambientalmente viable de los recursos hídricos, y que no vivan en divorcio profundo entre las aplicaciones técnicas y las necesidades de conservación de los entornos naturales donde se interviene.

Por lo tanto es inaplazable que en toda propuesta de intervención humana para el uso de los recursos hídricos, se respete adecuadamente la unidad del ciclo del agua y se tome en consideración el papel que poseen los ecosistemas acuáticos continentales como unidades funcionales, e indispensable incorporar la perspectiva ecológica en la gestión del agua, y dejar de lado esos análisis con visiones sectoriales donde los ríos son considerados únicamente como reservorios de agua, para que en ese sentido sean susceptibles de manipuleo libre para satisfacer demandas crecientes de agua para la agricultura, industria y población, dejando en completo olvido al medio marino, no teniendo en cuenta además que la riqueza biológica, la productividad primaria, y en consecuencia la actividad pesquera se desarrollan en su mayor parte en el litoral.

Por lo señalado, hay que concordar que la pesca sostenida, tal como la tradicional pesca artesanal, no es pues, la que amenaza a la biodiversidad marina, sino por el contrario el mal manejo entre suelo y agua que no están integrados y que en la gestión del agua por cuencas con la construcción irracional de represas y embalses no se considera las franjas costeras dentro de un análisis serio de costes- beneficios, siendo estas áreas como zonas de olvido o pasan por alto las entidades públicas y los responsables de la gestión del agua dulce o del mar.
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Con planificación y gobernabilidad se avanza

Por: Jorge Torres Cáceres, Máster Ingeniero CIP / Consultor Medioambiental

(Lima, 1 Ene. 2012).- Como enfoque para resolver problemas, se justifica la planificación sobre todo para prevenirlos y resulta más urgente hoy que nuestra sociedad está sometida a cambios rápidos y a competencias por recursos, mercados e influencias que traen riesgos y oportunidades. Justamente la tarea de una buena planificación persigue minimizar los riesgos y aprovechar las oportunidades y mas allá conducir el sistema al que se aplica a situaciones más satisfactorias.

Es cierto que en todo sistema hay algún tipo de planificación porque siempre hay alguien que reflexiona sobre la situación actual y su tendencia hacia el futuro y sobre la forma de incidir sobre ella para reorientar su evolución hacia unos objetivos definidos.

Pero también se sabe que en cualquier sistema surgen conflictos entre agentes socioeconómicos, entre sectores de actividad, entre las propias actividades, a lo que se añade la frecuente descoordinación administrativa propiciada por la fragmentación de la Administración Pública sobre un mismo espacio, asunto y por la complejidad de las sociedades modernas, pues en ausencia de una correcta planificación pública, los conflictos se resuelven en beneficio del interés privado y del más fuerte(ejemplos sobran en nuestro país) y con una visión a corto plazo, es lo que se suele denominar evolución tendencial que conduce a sistemas indeseables desde el punto de vista del interés general.

Es en este contexto entonces donde se justifica una eficiente planificación por parte de de los poderes públicos como forma de resolver los conflictos actuales y prevenir los potenciales reorientando la evolución del sistema en beneficio del interés público, garantizando los derechos de los más débiles, independientemente de la capacidad de la intervención del más fuerte, con objetivos a medio o largo plazo y con determinaciones independientes de las preferencias personales y de las conveniencias electorales.

Y no se trata de modo alguno de suplantar a la iniciativa privada por una Administración Pública dizque omnipresente y todopoderosa, sino de garantizar la equidad y la justicia en un horizonte de largo plazo, donde tan importante como “lo que se debe hacer” es lo que “no se debe hacer” y donde tan importante como resolver los problemas actuales es prevenir los futuros.

Visto así, nos resulta insuficiente la democracia representativa para una sociedad ya de información y del conocimiento, y demanda por el contrario ser prolongada a una democracia participativa, de tal manera que el estilo de desarrollo y los avances en la dirección del que se denomina sostenible ( aunque con buen criterio para mi, mejor sería expresar, ambientalmente viable), trascienda las decisiones de la clase política para dar protagonismo a los agentes sociales y mas allá , al conjunto de nuestra sociedad.

Por lo tanto en el sentido apuntado, la idea de buen gobierno o gobernabilidad, que siempre pregonan, se refiere a una nueva relación entre la sociedad y el gobierno que implica una reforma institucional en todos los niveles: nacional, regional y local, orientada a devolver a aquella, funciones que le son propias en un escenario democrático basado en la buena información y en el conocimiento. Y no como lo vienen practicando, solo en coqueteos políticos y acomodos partidarios.

En tal reforma, y el buen comportamiento de los poderes públicos que ello supone, ha de responder a cinco principios esenciales que rigen la gobernabilidad para avanzar correctamente: Apertura y transparencia de la acción de las instituciones públicas, participación de la sociedad a través de sus agentes sociales en las decisiones públicas, responsabilidad de las instituciones para asumir las consecuencias de sus decisiones, eficacia para conseguir los objetivos previstos, y finalmente coherencia en todas sus intervenciones.

Para terminar, y cerrando de paso el año con un saludo medioambientalista, quiero ayudar a aclarar el concepto de problema que es relativo, sobre todo hoy con los conflictos sociales que están a la orden del día, pues, no solo son, las degradaciones ecológicas o paisajísticas del medio físico, el tráfico intenso, despoblación excesiva del medio rural. También se consideran problemas las aspiraciones no satisfechas de la población, en cuanto sean percibidas como déficit de calidad de vida. Los problemas son poliédricos, tienen tres dimensiones básicas: económica, social y ecológica cuyo envolvente en todo es lo ambiental, y que son sub-divisibles en otras derivadas, financieras, cultural, de percepción, institucional, estética etc., cortan por tanto horizontalmente a muchas facetas del sistema en que se inscriben, las cuales habrán de ser consideradas en las soluciones que puedan adoptarse.
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